jueves, 10 de enero de 2013

¿Y si miramos atrás...?

Hola a tod@s, lectores de Distant Memories.

Sé que ha sido mucho tiempo, demasiado diría yo... Pero he vuelto. ¿Falta de tiempo? Un poco. ¿Falta de ganas? No, no ha sido eso. Hacía tiempo que quería publicar algo... Pero no ha sido tampoco falta de tiempo en realidad.
Desde que conocí Twitter me desahogo allí, de hecho, casi abandono el blog. Pero... ¿Sabéis qué? Miré atrás. Recordé que tenía un blog, y no quería abandonarlo. Recordé la razón por la que lo creé, recordé cómo me sentí cuando escribí mi primera entrada... Recuerdo la frase que me animó a empezarlo: "Parece que los vientos del destino han comenzado a soplar". Recuerdos... Recuerdos tanto felices como tristes. Recuerdos nostálgicos, sobretodo.

Entonces, recordé cuando era pequeño, cuando era un crío de dos o tres años. Recordé que en aquél entonces... Yo era feliz. Mucho. No necesitaba más que a mis padres para ser feliz, no necesitaba nada. 

Crecí, ya tenía siete años. Mi hermano Iván llegó a este mundo. Un mundo que entonces no veía como veo hoy, un mundo que para nada me imaginaba que iba a ser tan difícil de soportar.
Mi hermano obviamente acaparaba toda la atención de mis padres, yo no me consideraba egoísta, pero también quería atención. Igualmente, siempre me decían que él era pequeño y necesitaba la atención, que yo ya era mayor. Por eso, nunca llegué a pensar lo que muchos chicos piensan, como por ejemplo, que ya no me querían.
Cumplí los ocho años, era casi fin de año, y yo tenía mucha sed. No quería agua, la verdad. 
Estábamos en el viaje desde Barcelona hasta Córdoba, Palma del Río, donde ahora vivo yo. Desde esos días ya iba a vivir aquí. Los días siguientes pasaron igual. Fui al médico, no vieron nada raro. Todos me decían "cosas del cambio". Así que nos lo creímos. Pero, obviamente esto no fue así.
Recuerdo perfectamente como fue esa noche. Cerca de las dos de la mañana, mis padres seguían despiertos porque yo tenía sudores fríos, no dejaba de beber agua, no podía ni levantarme de la cama.
Yo siempre fui un miedica con el tema de los médicos, siempre tuve el miedo a que me clavasen una aguja. Pero en esa ocasión tenía miedo de morirme de verdad, así que le dije a mi madre que llamase al hospital, que yo no podía más. Así lo hizo.
Estuve ingresado cuatro días en la Unidad de Cuidados Intensivos en Córdoba Capital, en el Hospital Reina Sofía. Cuatro días que se me hicieron eternos. No entraré en detalles, pero lo que más recuerdo es al médico con melena rubia que me atendió, me cayó bastante bien. Sabía lo que quería, ver la televisión, y me trajo una (No sé aún de dónde la sacó) y me la puso a un lado, con un mando a distancia y todo... Era majo, ojalá recordase su nombre.
Allí estuve muy bien atendido, al fin y al cabo era "el primero" tan pequeño en mucho tiempo... Interesante.
Después de eso, no sé cuánto tiempo estuve en la habitación de rehabilitación, y me explicaron que tenía que inyectarme dosis de insulina, con agujas, sí... No tuve más que aceptarlo. En aquél entonces yo fui capaz de afrontar todo esto sin más. Recuerdo que vinieron a visitarme muchísimas personas. Familiares, amigos... Aún recuerdo las caras de cada uno de ellos y las cosas que me decían mientras estaba en la UCI... Recuerdo que más de un@ se aguantaba las ganas de llorar. 
Cuando salí, mi vida había cambiado, ahora era diabético. Y no, no era como un resfriado que se pasaría a la semana, era para siempre. Para toda la vida, sí.
Me lo tomé bastante bien, de hecho me lo tomé hasta con humor. Yo siempre me he tomado las cosas con bastante humor. Aún recuerdo cuando por fin vi la luz del sol y caminé por una rampa que había... "¡Se me ha olvidado caminar!" Sí, esas fueron exactamente mis palabras. Cuando estás dos o tres semanas metido en una cama es difícil volver a caminar, no os aconsejo que intentéis comprobarlo, de verdad.
Crecí, aprendí a convivir con ello... No sé muy bien cuando dejé de ser así de fuerte, eso no lo recuerdo.
Han sido unos años difíciles. Supongo que estos últimos años comparados con ese episodio de mi vida no son nada, pero yo ya no soy como antes.

El yo de aquél entonces me miraría con tristeza y decepción al ver que ya no soy tan fuerte como lo fui. Que soy débil, que no afronto las cosas, que estoy solo, que me veo impotente, y estoy hundido... 
Cada vez que miro atrás... Y me veo a mi yo de hace unos años... No puedo evitar entristecerme. Porque en realidad si pudiese hablar con el yo de hace un tiempo, me preguntaría qué cosa me ha hecho cambiar. Y realmente, no lo sé.
¿Las personas cambiamos así por que sí? Lo dudo. Son las personas quienes nos cambian. ¿Quiénes me han cambiado? Supongo que absolutamente todas las personas que habéis entrado en mi vida, aunque haya sido por unos segundos.
Cada persona con la que me he cruzado en la calle, hasta las personas que están ocupando un lugar especial en mi corazón me habéis hecho cambiar.
Pero... ¿He cambiado para bien o para mal? Eso ya no lo sé.
Es cierto que ya no soy tan paciente, ni optimista, ni siquiera soy fuerte... Pero he podido ver el mundo como realmente es. Al menos a mi alrededor... O quizás esté equivocado y algo me haya hecho pensar esto.
Esta pregunta nunca la voy a poder responder, ¿Qué me ha pasado? No lo sabré. ¿Por qué no puedo saberlo? Es muy fácil, no puedo simplemente mirar atrás y recordar qué fue exactamente lo que me hizo esto.

Pero una cosa es segura, y es que si ahora estoy así es porque en parte, debo merecérmelo.

Y tú, ¿Qué ves si miras atrás...?

1 comentario:

  1. Las cosas siempren pasan por algo, pero nunca sabemo sel por qué, me gusta mucho como te expresas y estas entrada también, más de una ves yo también me he hecho esa mismas preguntas, un beso, ta sigo y pásate por mi blog si quieres :)

    ResponderEliminar